Seguidores

Estático Sin El Viento

     Miro mis manos para conseguir detener el tiempo. Concentrándome en mi sola respiración lo ralentizo poco a poco hasta que consigo mantenerlo estático. Solo el viento permanece fluyendo entre mis dedos. Aprecio su caricia y la calma que me transmite. 

     Sentado solo en un parque, sin dejar de elevar mis manos ante mis ojos, consigo ver a la gente paralizada. Niños que saltan a la comba, juegan al fútbol; padres que los observan desde sus bancos y otros más despistados leyendo el periódico; adolescentes que pasean al perro y son acompañados por sus abuelos; ancianos que dan de comer a los patos del pequeño lago. Todos permanecen estáticos, aguardando el momento en el que los deje fluir, fluir con el viento que permanece móvil. 

     Una melodía es conducida por él desde algún apartamento cercano al parque. Claro de luna de Debussy, creo. No deja de sonar, No ha sido capturado por mí. Continua libre en ella misma. Busco entre los apartamentos. Consigo alcanzar a ver a una chica joven tocar un piano desde un cuarto piso. Está más que concentrada, aunque, mejor para expresar su estado, la palabra sería distraída. Solos ella y la melodía, ni si quiera el piano parece estar tocando. Cerca del final comienza a girar la cabeza. Lo primero que encuentra en el paisaje es mi mirada. A continuación, sin dejar de tocar, observa el panorama. Puede ver lo que yo veo. Ve la gente paralizada y mucho más. Desde su perspectiva observa pájaros apunto de alzar el vuelo; aviones que parecen caer a la tierra; Coches que parecen estar en un atasco infinito. Su cara de asombro se torna en miedo. Su mirada vuelve a entrecruzarse con la mía. Ve que la miro y que veo lo que mira. Observa solo un instante más. El viento acaricia su pelo y se percata de que fluye. Él es quien nos mantiene en ese momento, en esa línea atemporal en la que permanecemos.

     Su miedo me atrapa. Sus manos han dejado de tocar; la gente vuelve a su estado natural de movilidad. Dónde permanezco yo ahora. Su mirada clavada aún en la mía. Mi cuerpo inmóvil. Ella hace reaparecer su melodía; quiere ver mi movimiento. Pero ya no será posible; nunca lo fue. Nunca mis manos alzaron mis ojos. Nunca mi cabeza giró a gusto de mi cuello. Nunca la estática abandonará mi cuerpo. Solo cuando el viento acaricia mi cara, aunque solo sea mi mejilla, siento que estas manos se elevan, que mi cuerpo flota y todo se revierte paralizándose exceptuándome como regla. Llega mi madre. Me besa en la mejilla y siento paz. Me regala un pensamiento alegre y se coloca de tras de mí. Ya nos marchamos. Mi silla leva anclas. El barco ha zarpado y  el oleaje hace zozobrar mi embarcación. Mi chubasquero amarillo comienza a mojarse. Mi madre me coloca el gorro y le pido que aguarde. Quiero sentir la lluvia mojando mi cara, entrando en mis ojos. Quiero sentir el viento que me enfría las orejas y que ha traído esta lluvia torrencial a mí; sentir el viento que ha traído esta aventura a mi mente infantil.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Apuesta Perdida

Con el Otoño

El Precio de la Soledad