Andaluces y andaluzas
Acababa de pasar un ángel. Carlota y yo nos habíamos quedado sin palabras mientras tapeábamos en aquel bar de Córdoba. Ella ya se había pasado al fino y yo seguía con mi fresquita cerveza. Un fondo flamenco acompañaba el lugar. Los dos nos habíamos quedado embobados mirando la tele. Era canal sur: un portavoz, de no importa qué partido, hacía énfasis en que, hoy 28 de febrero, los andaluces y andaluzas, debíamos sentirnos orgullosos en nuestro día. Fue la parte de andaluces y andaluzas lo que llevó a mi amiga Carlota a inclinar la cabeza y reírse irónicamente a la vez que repetía esas dos palabras. – ¿Qué murmullas, Carlota? –le dije. –Andaluces y andaluzas –volvió a decir ella en tono irónico y señalando a la tele con la cabeza– ¿tú te crees? Ay del primero que se le ocurriera la gran estupidez de molestarse en añadir el femenino cuando ya va implícito en nuestra lengua los dos géneros en el masculino cuando al referirnos a un grupo en general.