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Mostrando entradas de noviembre, 2017

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El Hijo del Patrón

            Era domingo y, como cada domingo, el inevitable bajón de su mañana me rodeaba el cuerpo como un aurea de amargura. Caminaba por la calle con la más limpia de mis camisas sucias. Debido a que el dolor no abandonaba mi cabeza había desayunado una cerveza, que no me sentó nada mal –porque la noche anterior había estado consumiendo mi cerebro con los cigarrillos y el testamento en el que estaba trabajando, para dejarlo todo en orden–, así que tomé otra de postre. Encendí el primer cigarrillo del día a la vez que maldecía la lata que pateaba un muchacho solitario. Llegué al pequeño puerto donde se encontraba el Tally-Ho, mi casa, para echarme a la mar, mi país, como diría Joseph Conrad. Solté amarras para navegarlo a alta mar. Saqué del bolsillo mi pañuelo color berenjena y me lo até al cuello. El frío helaba mis huesos. Abroché mi lobo y subí el cuello. La mar comenzaba a agitarse, y unas nubes amenazadoras aparecían sobre el horizonte. Ya lo había oído en la radio del barco