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Con el Otoño

Miraba tal vez con experta curiosidad anciana. Porque era viejo, castañeaban cómicamente sus dientes con cada zancada de sus patas, despintadas como el resto de su pelaje, que se había vuelto grisáceo. Nunca fue vagabundo; siempre perteneció a un dueño; nunca a uno en específico. Tenía por nombre el de todos los perros, acudiendo a la llamada de quien quisiera recibirlo o de quien le necesitara. Se acercaba con paso ágil, observando la mano de quien le daba de comer, confiado. Nacido de la muerte, fue su primer amo quien le insufló la primera bocanada de aire. Parecía, desde entonces, tener una cuenta pendiente con cualquiera de esta especie. Y así era que, cuando se le veía, todo el mundo hablaba maravillas de ese perro. Cada persona que clamaba con una maravillosa historia de sus hazañas, había quien relataba otra mejor, más icónica. Dejó de verse cuando el otoño se despidió. Se había marchado, tanto como las hojas de las copas de los árboles por el viento como los recu

Una Apuesta Perdida

Las normas eran claras. Se habían definido de antemano y, aunque pudieran parecer injustas, no había vuelta atrás; un pacto es un pacto. Algunos no se ponían de acuerdo en el aspecto de lo que era justo y lo que no. —Sí. A caballo, en efecto, lo es. Pero hay que tener en cuenta que el otro va en coche, y no en uno cualquiera para la ocasión, si no en Jeep. —Pero Bo solo puede coger carreteras asfaltadas. —Joo va a caballo —Sí. Campo a través —Ya... Pero en Jeep. Esos dos habían comenzado a picarse. Mantenían la serenidad, pero por dentro eran una bomba que espera a ser detonada. Básicamente aquellos dos aspectos eran los que trataban las discusiones de la gente. Aunque realmente importaba un carajo. El jinete había decidido aquellas condiciones y el conductor había pactado con él. Se había calculado que cuatro días eran suficientes para recorrer el camino de los dos, pero a ninguno se le había dado a conocer aquella información. Deberían conducirse mediante una ruta

El Lago Rabanales

No era mi hermano, pero pasábamos el día, juntos, como si lo fuéramos. Él,   un par de años más pequeño, era hijo de otra madre, y yo hijo del mismo padre; supongo que eso nos convertía en hermanastros; pero nunca nos hemos sentido así, sino como amigos que tienen un padre común y se ven de vez en cuando. Era una situación complicada la nuestra, una semana ambos nos íbamos con nuestro padre a su casa, y otra semana solo yo era quien se alejaba –a veces se quedaba a dormir en casa de mi madre–. ¿Debería sentir que me alejo de mi padre, o que me acerco a mi madre? O acaso debería sentir que me alejo siempre de los dos, incluso, cuando estoy cerca de uno. ¿Es mi hermano, sin embargo, de quien debería sentir yo este distanciamiento, o, al revés, un acercamiento? Supongo que no importa mucho si tienes doce años, un billete en una mano y en la otra la de tu hermanastro y vas a subir al tren. No nos íbamos lejos, y tampoco para no volver. Era un cercanías, siete minutos y, sin contratiempos,

Robarle el tiempo al Tiempo

Ana Marina se subió al escenario para cantar uno de sus temas –que había compuesto meses antes con la llegada del otoño, frente a la ventana de su cuarto–. Era la primera vez y sin embargo los nervios no le acompañaban como creía que lo harían. Le r obé el tiempo al Tiempo , cantaba un verso de la canción, homónimo del nombre de esta. La Fender que posó sobre su rodilla derecha, y sobre la cual caían sus rubicundos rizos, era de su padre, por quien cantaba –y dedicaba– cada una de sus canciones. Comenzaba la canción... Es la mar o es el sol, es la arena bajo tus pies; es el viento que acaricia tus cabellos color miel; son las gotas de agua salada que corren por tu piel. Todo iba bien. La noche era joven, como dicen. El humilde escenario –con escasos adornos de Halloween– se encontraba en el sótano de un bar cordobés, apenas lleno de gente; amigos de amigos del dueño que acudían cada jueves, pero aun así daba la sensación de estar vacío. Y terminaba la desconsolada melodía...

Hasta Encontrarte

Viajé por otros mundos y no encontré tus pistas falsas. Abracé tres religiones,  pero no supe encontrarlas. Bordeé ríos y volcanes    con el valor para observarlas. Me embarqué cruzando doce mares y a aún así tu nombre no sonaba. Me   propuse aquel viaje  recordando tus llamadas; te llamé para entenderlas, pero tú no contestabas. Analicé tus grabaciones de los días en la playa cuando en nuestras vacaciones sola en el barco te ausentabas. Releí todos tus libros de viajes y batallas. Recopilé todas tus notas y aún así nada encontraba. Salpiqué con mis lamentos los pedazos de recuerdos, que formaban nuestras fotos de nuestro apartamento. Sigo pensando que has desaparecido. Sigo llorando por nuestros designios. Y empezado a creer que sin ti ya nada es lo mismo. Desembarqué en otra tierra y vi tu foto en las portadas, de revistas sobre gente con dinero y grandes casas. Desamparado en esa tierra decidí volver a España, porque al menos en mi casa tus recuerdos me gu

Contra la Mar

Es solo una habitación y dentro un triste sofá donde se esconden los secretos que nunca debí guardar Porque saldrán a la luz porque salieron hace ya, cuando los mares predijeron aquella tempestad Vi mi barco zozobrar luchando por soportar aquellos giros cargados con un fuerte vendaval Traté de virar y nada me hizo cambiar el rumbo que el destino tenía por otorgar Y recordé aquella luz que iluminó mis secretos ya nada importaba ya todo me daba igual Relajé mis sentidos me dejé golpear por aquella mar que nunca se cansará De derribar las fronteras que me hacen soportar los cálidos rayos de una tarde de sol Y vi aquella luz aquella parpadeante era un faro que guía mis manos hacia delante Recobré mis sentidos saqué de mi al capitán retomé los mandos y navegué junto al mar Cuando me quise dar cuenta aquella luz no vi más a mis ojos le engañaron las ganas de regresar A casa junto a mí amada a casa para contar que los m

Memorias

Escritas en el duermevela, junto a la crepitante luz de la candela, las memorias de una vida llena de sosegada, pero cadente pena. Su infancia, repleta de soledad; su juventud, ausente de amor; su madurez, ardiente por mostrar valor; su vejez, grata y valioso tesón; Jugador de-mente, (y podría haber pasado por uno), apartado en la arena de los Huno, entretenido hasta la llamada repelente Infortunado por su aspecto, aunque sus actos los correctos las ninfas de aquel reino le despachaban en cualquier momento Altura, vista, salud, resultado: apto. Botas, arma, cigarrillos, placa: un nombre. Querida, amo, deseo, carta: a mi amada. Mar, balas, muerte, cartilla: Valor demostrado Como cuando niño jugaba de viejo, sin embargo con una familia bajo el cielo, pasaba las horas en el cálido sueño que amenazaba su ansiado deseo Entre la vida y la muerte en aquel umbral donde no existe la suerte, vivía sus últimas horas, colmado y loado de honra