Seguidores

Con el Otoño


Miraba tal vez con experta curiosidad anciana. Porque era viejo, castañeaban cómicamente sus dientes con cada zancada de sus patas, despintadas como el resto de su pelaje, que se había vuelto grisáceo. Nunca fue vagabundo; siempre perteneció a un dueño; nunca a uno en específico.

Tenía por nombre el de todos los perros, acudiendo a la llamada de quien quisiera recibirlo o de quien le necesitara. Se acercaba con paso ágil, observando la mano de quien le daba de comer, confiado.

Nacido de la muerte, fue su primer amo quien le insufló la primera bocanada de aire. Parecía, desde entonces, tener una cuenta pendiente con cualquiera de esta especie. Y así era que, cuando se le veía, todo el mundo hablaba maravillas de ese perro. Cada persona que clamaba con una maravillosa historia de sus hazañas, había quien relataba otra mejor, más icónica.

Dejó de verse cuando el otoño se despidió. Se había marchado, tanto como las hojas de las copas de los árboles por el viento como los recuerdos de la mente de los hombres por el olvido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una Apuesta Perdida

El Precio de la Soledad